-Escrito por Joyce Hadassa Valerio-

Quería comenzar esto como una carta hacia mí misma, pero la verdad, es que tras estar tan agobiada todo el año 2023 me fue muy complicado ver más allá, aparte de los problemas cotidianos que la sociedad me impone al vivir como una mujer trans.

Pues probablemente estaba en uno de mis momentos canónicos, tantas incógnitas en mi cabeza y la que más vueltas daba era “será que tenga futuro o si existiese una puerta de salida emergente que me garantice una milésima oportunidad de cambiar las cosas, de cambiar mi vida”. Ese mismo día después de una llamada, que sentí como respuesta a las declaraciones que le hice al universo sobre mí, fue la oportunidad perfecta para cambiarlo todo. Hoy estoy en Europa, reconstruyendo con mejores herramientas para poder cumplir mi plan de vida.  

volcánicas Enfrentando desafíos; el viaje de una mujer trans a la autenticidad y la libertad

Fotografía cortesía de Hadassa desde Sevilla, España en 2024

¡Quiubo gente! Soy Joyce Hadassa Valerio, una chavala transgénero de nacionalidad nicaragüense con 22 años, que de vez en cuando aún le agarra pajuelía, que tiene un enorme corazón y desde que logré conocer sobre temas de derechos e igualdades he sido para mi familia la “oveja negra” por lo que comprendí que yo soy la que alteraría el curso de una cadena generacional de tratos y comportamientos machistas. 

A mis 18 años tuve el primer enfrentamiento con mi propio ser, donde los cuestionamientos de por qué tengo que seguir una línea recta en lo que llega a ser el comportamiento masculino y en lo que no debo de salirme, pues eran cosas que me hacían sentir totalmente incomoda conmigo misma, pues muy en el fondo yo siempre sentí que mi espíritu no encajaba en lo que todos a mi alrededor me decían que soy.

El 2021 para mí fue un año lleno de golpes bajos porque en noviembre mi única opción fue huir de Nicaragua, por hechos que violentaron de manera física mí seguridad personal. Me vi forzada a abandonar mis estudios en comunicación social, mi familia, mi techo y llegué al país vecino Costa Rica pensando que sería algo temporal, pues solicité el refugio meses después por miedo a no volver más y falta de información sobre mis derechos como migrante en ese momento.

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Fotografía cortesía de Hadassa junte a activistes desde la Marcha del Orgullo desde San José, Costa Rica en 2023

Mi vida en Costa Rica fue un cachimbazo como diríamos en el buen nicaragüense, un recorrido que me ha marcado y al mismo tiempo aún me duele. Desde que llegué siempre me vieron por debajo del hombro pues no tenía un título o los papeles legales para poder tener una vida “estable y digna”.

Pase por varios empleos, algunos clandestinos, otros más formales, pero ninguno me daba esa satisfacción de que estaba en el camino correcto, estuve más de dos veces en situación de calle, había días en que aunque tuviera un salario no me ajustaba siquiera para poder comer durante toda la quincena, me daba para dos tiempos y a veces había días en que no comía pero si me desgastaba como el diario.

Al año de estar en Costa Rica empecé a salir un poco más a conocer San José y entre esas salidas conocí a más paisanos, encontré organizaciones, colectivas y personas que puedo decir por el día de hoy que estoy completamente agradecida no solo por la ayuda que recibí, también por el aporte que han hecho de una manera más personal, el calor de familia, el tiempo de calidad, la validez hacia mi persona y la aceptación.

Con el pasar del tiempo me empecé a involucrar más en el activismo, ya que por haber pasado por las situaciones en las que me vi vulnerable y tener a estas personas y organizaciones que estuvieron para mí cuando lo necesité, me inspiraron y motivaron a querer poder estar para otras personas, entre estas personas que me hicieron sentir segura y válida quiero mencionar a Sergio y Alexander con quienes hice un match tras conocernos y compartir en varios espacios de formación en el activismo.

Además una de las personas que me dio ese calorcito de familia es Marvin, un costarricense que conocí y siempre me hizo sentir como la Joyce que llevaba en el interior y claro, también José Espinoza que para marzo del año 2023 me adoptó en su casa para mientras conseguía volver a establecerme en el mundo laboral, y no solo fue su hospitalidad y su buen corazón en realidad es toda  su esencia que me hizo sentir segura.

En esos meses que había estado pasándola mal y que estas personas estaban ahí dándome ese apoyo emocional, yo recibí una oportunidad, pues la agencia de la ONU para los refugiados ACNUR me contactó para aplicar en un programa de reasentamiento en donde me explicaron que haría una nueva vida en un tercer país.  Pensé en eso hasta el día en que tenía la cita para la entrevista, aclaré mis dudas y vi que era la mejor opción, era algo que estaba buscando, la oportunidad perfecta para empezar de cero.

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Fotografía cortesía de Hadassa desde Sevilla, España en 2024

Con el tiempo continúe con el proceso, me daba mucho miedo porque no me sentía tan capaz de alejarme otra vez de las personas que ya sentía como un hogar, y platicaba con ellos del proceso, sentí su apoyo y sus buenos deseos hacia mí para continuar este plan. Un día antes de mi vuelo me despedí de mi gente y les di un abrazo muy muy grande.

Y se llegó el día en que mis maletas y yo estábamos listas para tomar un vuelo de casi 11 horas, mi primera vez en un avión, por cierto, viajé con otra amiga que también estaba en el programa (pero que no mencionare su nombre por su seguridad) con ella me sentí cómoda, contar con su compañía en el viaje fue de lo mejor, ambas somos nicaragüenses, justas, alegres, y nos tenemos mucho cariño. 

Ya en las Europas cuando aterrizó el avión sentía tantas mariposas en mi estómago metafóricamente que era una sensación mucho más indescriptible, pero me sentía en paz y no me sentía sola, al final me di cuenta de que todo el amor que das vuelve a ti en mayor frecuencia y permanece ahí, acompañándote, sintiéndote acuerpada, querida, amada.

Han pasado ya dos años desde que dejé mi vida a como la conocía, y empecé una nueva, ya son dos meses en España, en la ciudad de Sevilla, con mis documentos totalmente en regla, disfrutando el proceso, preparándome para estudiar Comunicación Audiovisual, luego trabajar y gozar de la vida como la mujer valiente y exitosa que sé que soy, rodeada de mucho amor y calor de hogar.

Si hay una frase de la que me he apropiado todo este tiempo por ser una mujer trans es que “no importa de donde vengamos, como nos veamos y lo que tengamos o no, al final todas somos las mismas y si una llegó tan lejos, todas podemos hacerlo, y aunque la sociedad nos diga lo contrario nunca quedarse de brazos cruzados, porque es mejor intentarlo en esta vida porque no estamos seguras si tendremos otra”