– Escrito por la Damaso-
Y aquí estamos encerradas, entre Nicaragua y Costa Rica, entre Chaves y la dignidad universal, entre la dictadura militar de Nicaragua y la dictadura de los discursos de odio en Costa Rica.
Este es uno de los temas que más ha generado polémica entre mis amistades más allá de la invasión de Rusia a Ucrania (que no dejaré de condenar igual que la de Israel en Palestina).
Inició una ola de racismo puro y duro en el autoproclamado primer mundo; discursos descuidados, pero que para mí personalmente, nos demostró lo que hemos dicho desde 2018, cuando me tocó vivir la realidad del refugio político. No por mí, pero sí por amistades que fueron posteando como se vivió desde diferentes lugares del mundo. Uno de ellos nos regaló una bitácora de su viaje por Centroamérica, dolores y alegrías que sentí sin siquiera conocerle físicamente.
Otros nos contaban que la vida en Costa Rica no era como la que esperábamos, teniendo como referencia a las amistades, tías, abuelas, vecinas e incluso mamás que vinieron aquí “a buscar la vida” desde principios de los 90´s, realidades que no eran las que vivieron las primeras olas de personas exiliadas en 2018. Personas nicaragüenses que, por primera vez, lograron el reconocimiento masivo de la categoría «Solicitante de Refugio», una categoría que no exige pruebas inmediatas y que tampoco está en manos de una sola persona decidir si es válida o no.
En 2018 leía cualquier comentario en Facebook y tenía unos debates insufribles con este tema de “les indocumentades” al mejor estilo de gringolandia.
Todo esto, de parte de gente común y corriente como nosotras, nosotres y nosotros, SÍ COMO YO, gente que también es humana y que sólo ve el lado de la historia que no vemos nosotras. Ven el lado que les enseñan, pero también escuchan, escuchan palabras duras, complejas y difíciles que otras recibimos directamente, y ellas nos relanzan, indirectamente nos revictimizan, inconscientemente nos minimizan, nos degradan, nos violentan.
La Organización de Naciones Unidas no ha tomado una posición concreta en cuanto a una definición exacta de Discurso de Odio. Es más, dicen esto:
“En el lenguaje común, la expresión «discurso de odio» hace referencia a un discurso ofensivo dirigido a un grupo o individuo y que se basa en características inherentes (como son la raza, la religión o el género) y que puede poner en peligro la paz social.
Para proporcionar un marco unificado en las Naciones Unidas que aborde este problema a nivel mundial, la Estrategia y Plan de Acción de la ONU para la lucha contra el discurso de odio define este discurso como «cualquier tipo de comunicación ya sea oral o escrita, —o también comportamiento— , que ataca o utiliza un lenguaje peyorativo o discriminatorio en referencia a una persona o grupo en función de lo que son, en otras palabras, basándose en su religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otras formas de identidad.
Sin embargo, no existe una definición universal de discurso de odio de acuerdo con el derecho internacional en materia de derechos humanos. El concepto todavía se debate ampliamente, sobre todo en relación con la libertad de opinión y expresión, la no discriminación y la igualdad”.
Al menos eso dice en su página web: https://www.un.org/es/hate-speech/understanding-hate-speech/what-is-hate-speech
Si tenemos en cuenta la respuesta social que podemos obtener del sólo hecho de que las personas escuchen estas afirmaciones, ¿que podemos esperar de que estas afirmaciones vienen del mismo presidente de la República? Así es, fue el mismísimo Rodrigo Chaves quien lanzó un decreto presidencial en vivo donde inició desmantelando la figura de solicitantes de refugio y encasillando a miles de personas en la figura del transito económico.
Esto, aunque parezca inofensivo tuvo una repercusión directa en las personas costarricenses, quienes según datos de la ONU, ya venían aumentando sus discursos de odio en redes sociales desde el año 2021 en que se presentó el primer informe. A esto quiero sumarle que dichos discursos fueron parte de las campañas durante la candidatura de Rodrigo Chaves.
El tercer informe de la Organización de Naciones Unidas (2023) arrojó que la xenofobia como razón de discurso de odio avanzó a segundo puesto en relación al cuarto puesto que llevaba en el año 2021.
Ahora, cuando recibimos estas acusaciones de “NO MERECER EL REFUGIO” o “NO SON REFUGIADES DE VERDAD” recibimos un mensaje desesperanzador, desesperanzador para miles de personas que venimos a Costa Rica con la única necesidad de salvaguardar nuestras vidas y recuperar el acceso a la dignidad que la dictadura de Ortega y Murillo nos arrebató.
Estas proposiciones descalificantes y casi acusatorias llevan un mensaje de rechazo hacia quienes teníamos tres, cuatro o cinco años solicitando refugio en el país que un día otro nicaragüense decretó “LA SUIZA CENTROAMERICANA”.
El país de la pura vida se vio impregnado desde el rostro del Estado de xenofobia, la empatía y el amor católico que profesa su religión oficial se vieron rotos por las ideas degradantes de un presidente que olvidó el carácter humano del ejercicio de la política.
Hoy las, les, los nicaragüenses exiliadas en Costa Rica nos vemos con un pie en Nicaragua sufriendo los embates de la dictadura que utiliza el odio como elemento de represión social y el otro pie está aquí, en Costa Rica, en “EL PAÍS DE LOS SUEÑOS CENTROAMERICANO”, en el país de la “PURA VIDA”, en “LA SUIZA CENTROAMERICANA”, pero como una amiga dijo una vez: “La Suiza centroamericana, nos falló a las migrantes”.
Y aquí estamos encerradas, entre Nicaragua y Costa Rica, entre Chaves y la dignidad universal, entre la dictadura militar de Nicaragua y la dictadura de los discursos de odio en Costa Rica.
Igualmente desde el 2018 esperando una solicitud de refugio que nunca llega. Es triste saber que este presidente aumenta el horror xenofobico. Levanto mi voz por mi y muchos que no tenemos acceso a una revisión de expediente