Escrito por Amarilis Eunice Acevedo Mejía
El arte como sentido de vida
Malinche y Jícara Floreciente, son dos artistas jóvenes nicaragüenses que se encuentran viviendo en San José, Costa Rica, movidos por la violencia política que atraviesa Nicaragua desde el año 2018.
Mientras conversaba con elles sobre los inicios de su arte, era fácil imaginarme la niñez de ambos, viendo a familiares tocar instrumentos, pintando, haciendo los trajes de eventos importantes del pueblo y siempre bailando. La vivacidad de los colores, la música y la creatividad siempre estuvieron presente en sus vidas y formaron parte de su conexión emocional con su medio.
Tanto para Malinche, como para Jícara Floreciente, fue muy fácil descubrir desde temprano, todo lo que eran capaces de crear con sus manos, con su cuerpo y con su imaginación, conectando también con lo emocional. El arte es para elles, una forma de ser y expresarse.
Algo en común que tienen Malinche y Jícara floreciente, es que ambas personas han sido parte de las artes escénicas, Malinche estudió teatro y Jícara Floreciente estudió teatro con una organización nicaragüense de teatro comunitario que se enfocaba en aprender haciendo, “lanzándose”, como diríamos las nicas.
Aún con sus conocimientos sobre las artes escénicas, el corazón de Malinche estaba principalmente en la música, tuvo un momento de su vida en que dedicó a explorar más la guitarra, a escribir canciones rebeldes y a estudiar música. Hasta el día de hoy tiene 7 canciones y contrario de lo que se espera estereotípicamente de una mujer, sus canciones no hablan de amor romántico, sus canciones son catarsis de esa furia volcánica y rebelde de cada vivencia que le ha pasado por el cuerpo, por el hecho de ser mujer, desde un sentido de justicia que invoca a la Malinche, la mujer violentada por la colonización que reivindica en su nombre artístico.
El sentido político del arte
El feminismo ha sido un recurso y una guía importante en la vida de Malinche y de Jícara Floreciente, les ha permitido cuestionarse como personas y cuestionar el medio en el que viven; y como el arte es una vena más de sus cuerpos, es voz y es identidad, el feminismo también es un elemento muy importante que se destaca tanto en la música de Malinche, quien escribió su primera canción, cuando estaba profundamente enojada por la noticia de las 41 niñas que fallecieron en Guatemala, en el año 2017 en una casa hogar.
Por su parte, Jícara Floreciente reconoce los importantes aportes que el feminismo ha traído a su vida a través de sus amigas feministas, de su formación en espacios feministas y los cuestionamientos que ha hecho en su vida sobre su identidad, reconociendo las tres identidades que le han acompañado en la vida, la primera que le dio su padre, con un nombre de varón, la segunda que era “La cher”, identidad que vivió en sus tiempos universitarios y del arte y la actual “Jícara Floreciente”, que responde a otro momento de su vida en Costa Rica, tanto por ser la descripción de una identidad que se sale del binarismo de género, así como por el sentido de ese florecer que también ha vivido en su exilio.
“El feminismo me ha ayudado un montón a pensar sobre mis privilegios como persona. Así, cuando ando transformado, vestido como hombre cis género y siendo blanco, lo veo y es fuerte.” – además de cuestionar sus privilegios, el feminismo también le ha dado libertad a Jícara floreciente: “Lo está en el tema de mi identidad sexual y con el tema de mi expresión de género. Ahora yo siento que sé que el feminismo ya ha impactado en mi vida, para que yo pueda reconocer un montón de cosas que sí me gustan y fueron mis amigas feministas que me ayudaron a discutir estas cosas, que me ayudaron a cambiar. En otro espacio no lo hubiera hecho”.
Para Jícara floreciente, cuestionarse como artista desde el feminismo, también ha implicado respetar los espacios de las mujeres, en cómo las mujeres son visibilizadas en el guion, en el escenario y también en promover dinámicas masculinas coherentes, donde los hombres artistas, respeten la voz y el lugar de las mujeres, tanto en la puesta en escena, como en el trabajo colaborativo con mujeres artistas.
Malinche, menciona que el feminismo se integra en su música, en la medida en que se integra también en su vida:
“El feminismo se integra en básicamente toda la música que hago. ¿Es desde mi vivencia, verdad? Entonces, la integración del feminismo que a mí me ha dado, por ejemplo, en la vida, ha sido la voz y la denuncia… Y no me refiero como una denunciada de que si alguien abusó de mí solamente, sino como vivimos en un sistema tan opresor, que las mujeres hasta decimos “perdón” cuando nos empujan, ¿verdad? Y eso es una cosa tan micro, tan normalizado, pero tan fuerte, que en mi música hago esa denuncia, hablo de cosas que me molestan, que tienen una conciencia política feminista, porque lo digo desde una conciencia de saberme humana y eso también incomoda”.
Malinche también ha escrito letras que conmemoran la lucha de Berta Cáceres y de las Madres de Abril de Nicaragua. El sentido político de su música, no se limita a lo nacional, sino que trasciende las fronteras, pronunciándose ante las diversas opresiones, vivencias y visibilizando las luchas que viven las mujeres, debido al machismo, en cualquier parte del mundo.
Sin duda alguna, tanto las artes escénicas, como la música, ha sido un recurso importante para la expresión, para sentir, para ser y para enfrentarse a un sistema opresor y autoritario, el arte ha sido para Malinche y para Jícara floreciente, espacios donde se han reinventado, donde se han transformado, pero también espacios contestatarios, desde los que se han enfrentado ante las diversas opresiones que han atravesado sus cuerpos, sus vidas y las vidas de las personas que se ven afectadas por el machismo, por la violencia, por el clasismo y por la xenofobia.
Retos de ser artista en contextos de exilio
Ser artista ha tenido desafíos importantes para Malinche y para Jícara Floreciente. Malinche recuerda que en Nicaragua, ser artista mujer y feminista, implicaba estar luchado constantemente en una industria que era dominada principalmente por hombres y que además reproducían prácticas violentas hacia las mujeres artistas, como la sexualización, la sobre mirada crítica hacia el trabajo de las mujeres, sobre el lugar de las mujeres en el arte, sobre cómo debería ser el arte producida por las mujeres y la poca apertura de espacios en la escena musical al arte con sentido político.
Jícara Floreciente, reconoce que ha sido bastante difícil poder crecer profesionalmente en la escena artística, así como lograr acceder a espacios laborales definidos para el arte, para ambos ha sido un proceso complejo ser artista en Nicaragua y ser valorado como un profesional que merece que su trabajo sea reconocido justamente.
Foto cortesía en las que Sarahi Mendoza, Carlos Hernández y Samir colaboraron juntes en el proyecto de agua y saneamiento en Managua, Barrio Georgino Andrade en el año 2010.
La violencia estatal de Nicaragua fue otro desafío importante para los artistas nicaragüenses que constantemente se habían pronunciado ante las diferentes situaciones de injusticias que se vivían en el país. Jícara floreciente, tuvo que salir de Nicaragua sin ver terminada una de sus obras de títeres que tenía como objetivo concientizar sobre el saqueo de tortugas, tomando en consideración las complejidades socioculturales, económicas y de género, que interactúan en este tipo de escenarios medioambientales y socioeconómicos.
Malinche, se vio obligada a salir de Nicaragua, dejando atrás sus instrumentos musicales y sus redes artísticas feministas, con quienes creaba escenarios musicales y artísticos seguros para las mujeres.
El hecho de haber dejado sus redes y escenarios artísticos en Nicaragua, para resguardar su vida en Costa Rica, ha implicado para Malinche y Jícara Floreciente, nuevos desafíos como hacer arte con poco reconocimiento y poco acceso al escenario artístico costarricense.
Foto cortesía de Malinche durante un evento artístico en Estelí, Nicaragua en el año 2018.
Los desafíos de la migración y el exilio suponen también importantes barreras para la integración, debido a que mientras paralelamente se vive el duelo del desarraigo, la complejidad emocional y económica de tener que vivir una migración forzada, debido a la violencia estatal, también se deja de hacer actividades importantes que configuran parte de la identidad de la persona.
Los artistas no dicen “hago música”, dicen “soy músico”, por ejemplo. Y el desvincularse forzadamente y en situación de riesgo de muerte, de los espacios y de las redes artísticas que nutrían al artista, implica barreras importantes al momento de querer integrarse en la vida que empieza a construirse en el país receptor, con poco conocimiento sobre cómo funciona el escenario artístico y sobre las pocas posibilidades institucionales que pueda haber para las personas migrantes en el mundo artístico costarricense. En este sentido, tanto Malinche como Jícara Floreciente, son personas que aún no han logrado entablar redes sólidas con espacios artísticos costarricenses y su arte suele estar más presente en los espacios de personas exiliadas y migrantes nicaragüenses que habitan en Costa Rica.
La apuesta de Malinche y de Jícara floreciente, es continuar aportando desde el arte a transformar las realidades injustas, visibilizando las diversas situaciones que viven las personas migrantes y exiliadas nicaragüenses, así como visibilizar y reivindicar el derecho de una vida en dignidad, libre de machismos, xenofobias y violencias, tejiendo desde el arte y la creatividad, resistencias nicaragüenses migrantes.