Por Grisheliy Libre
Hablar de ser mujer afrodescendiente es hablar de resistencia, valentía y amor propio. Es reconocer lo que hemos heredado y lo que estamos construyendo cada día, con esfuerzo, dignidad y respeto. Hoy quiero compartir algo que aprendí de mi propia historia: cada una de nuestras voces cuenta, incluso cuando tiembla.
Crecí hablando criollo. Para muchas de nosotras, aprender español es un privilegio, pero también una carga. A veces, la gente piensa que hablar otro idioma es querer sentirse más que los demás, cuando en realidad es una herramienta para defendernos, para avanzar, para soñar más lejos. Duele ver a tantas jóvenes volver atrás porque nadie les enseñó a expresarse sin miedo.
Desde pequeña entendí que era diferente. Mientras otras niñas jugaban con muñecas y a mi no me gustaban las muñecas, a mi me gustaba, documentales de historia y programas de criminología. Pensaba que era raro, que debía esconder mis gustos para encajar, pero hoy sé que esa diferencia es mi mayor fuerza. Me hace única, curiosa, capaz de ver lo que otros no ven.
Llegar a un país nuevo y una escuela nueva , donde no conoces a nadie, fue un reto. Tenía miedo de hablar español, miedo de equivocarme, miedo de sentarme sola. Nunca sufrí racismo directo, pero sé que muchas hermanas y hermanos no corren con la misma suerte. ¿Qué pasa con quienes no logran defenderse? ¿Con quienes callan porque no encuentran palabras?
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Muchas veces tuve que trabajar mientras otros descansaban. Hice tareas de otras personas para pagar mis clases de matemáticas, siempre he sido independiente y me gusta. Escribí a mano cuando no había computadora. Aprendí a salvarme sola. Y, sin buscarlo, encontré mi forma de levantar la voz: entendí que la inclusión y la representación no son favores, son derechos.
La gente afro ha sido invisibilizada de espacios importantes y eso debe cambiar. A veces seremos la única persona afro en una sala de discusión, en una universidad o en un espacio de liderazgo. Pero cada paso abre camino para otras. No siempre hace falta gritar para cambiar algo: a veces basta con hablar claro y no bajar la mirada.

«Éxodo de confederados de Atlanta, de la Historia ilustrada de la Guerra Civil de Harper (anotada)» por Kara Walker, 2005.
El arte de Kara Walker me inspira porque me recuerda que nuestras historias, a veces duras, merecen ser contadas. Cada mujer afro que se atreve a soñar, estudiar, ocupar espacios y compartir lo que sabe es un ejemplo de valentía. Porque muchas veces serás la única en la sala, pero nunca estarás sola: tu voz siempre suma.
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Quiero recordarte: ser diferente no es ser menos. Hablar otro idioma, levantar la mano para preguntar, equivocarse y volver a intentarlo… todo eso es valentía. Nuestra empatía, nuestra amabilidad y nuestra fuerza colectiva son un acto de respeto y orgullo.
Que este día no sea solo una fecha en el calendario. Que sea un recordatorio de que nuestras raíces, nuestra lengua y nuestra historia nos sostienen. Que cada palabra que pronunciemos, aunque tiemble, se convierta en un acto de esperanza para quienes vienen detrás.
Mi voz, mi historia, mi fuerza.
Ser afrodescendiente es también ser fuerte. Que siempre lo recordemos, con amor y respeto.