Mi nombre es Aracely Arceda. Soy mujer migrante nicaragüense y vivo en Costa Rica desde 1999 y trabajé como asistente del hogar con una familia costarricense durante 18 años la cuál fue una experiencia positiva.
En el año 2000 me integré a un grupo de oyentes de radio que tenía un programa llamado Nicaragua Actual, en el cual compartíamos nuestra cultura y nuestra nicaraguanidad. Desde ahí nació mi interés por conocer más sobre nuestra población migrante, desde la vivencia personal.
Aprendí qué significa un duelo que, aunque pasen muchos años, siempre lo llevas dentro; porque al migrar dejas todo atrás y vienes con un sueño.
De este grupo de mujeres nació la Red de Mujeres Migrantes Nicaragüenses, donde nos reuníamos en el Parque la Merced porque no teníamos un espacio donde poder compartir o descansar. No contábamos con ningún tipo de apoyo. Eramos mujeres migrantes, trabajadoras domésticas.
Esperábamos que llegara el domingo para reunirnos y contar nuestras historias. No conocíamos nuestros derechos como migrantes, y muchas sufrían de explotación laboral y hasta de retención de documentos o amenazas de llamar a migración para que las deportara.

Desde ahí nació la necesidad de contar con una red, una organización donde nos brindara apoyo. La felicidad que sentíamos cada vez que nos reuníamos era algo que solo vivirlo se puede describir, ya que al llegar a un país totalmente desconocido, con otra cultura, es un giro de más de 180 grados en nuestras vidas.
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En la actualidad sigo como integrante de Red de Mujeres Migrantes y también soy parte de otra organización donde me he formado, capacitado, y trabajando para nuestra población.
Conocer, desde la experiencia, otras historias de vida y trabajar directamente con nuestra gente en temas como la violencia de género, brindar información y asesoría migratoria, es muy importante, ya que mucha gente desconoce los procesos para regularizarse en este país.
Trabajar en la prevención de la violencia de género es clave desde las comunidades, desde la familia, desde las organizaciones y, sobre todo, desde nuestra casa. Este es un trabajo que realizamos desde la organización. La empatía hacia nuestra gente, aprender a entender y a comunicarnos con la población con la que trabajamos, ha sido fundamental.

Fotografía cortesía de la Red de Mujeres Migrantes.
Desde la experiencia como mujer migrante, ha sido de suma importancia la superación, la persistencia y las ganas de salir adelante, de escribir otra historia como migrante y de aprovechar las oportunidades que la vida me ha dado.
El desconocer mis derechos como migrante, me hizo pasar mucho tiempo sin tener un documento de regularización, no contaba con seguro social, no sabía que, como mujer en estado de embarazo tenía derecho a tener una atención médica.
Hoy en día toda esta información y asesoría es la que brindamos a las personas, para que no les pase lo mismo. El desconocimiento y la falta de información es lo que nos permite vivir estas malas experiencias. Gracias a Dios, he tenido la oportunidad de replicar lo aprendido.Cuando llegas a un país donde desconoces todo, y todo te da miedo hasta hablar por el tema de la discriminación y el bullying, con solo el hecho de tener un acento nicaragüense, te daba miedo.
Hace más de 20 años cuando llegué a este país era un tema difícil el hecho de ser de nacionalidad nicaragüense por el hecho de sufrir discriminación si hoy en día es muy complicado antes era mucho peor. En el proceso del duelo migratorio he trabajado, la ausencia, la añoranza ,el extraño
El aprendizaje hacia lo que he vivido. Han pasado ya 26 años en este país y siento que yo salí de Nicaragua, pero Nicaragua nunca salió de mí. Desde mi vivencia como mujer, como migrante, como nicaragüense y como activista defensora de los derechos de las trabajadoras domésticas y de las personas migrantes en este país, hemos logrado visibilizar nuestro trabajo.

Fotografía cortesía por la autora, Aracely Arceda en 2025.
Recién llegada a este país, sin familia, sin redes de apoyo y con mucho miedo a lo desconocido, a lo nuevo, a una imagen que me había formado como migrante, llegué con un sueño: tener una vida mejor y aprovechar otras oportunidades.
En ese momento tenía a mi hijo de dos años, y mi deseo era darle un futuro mejor y mejores condiciones de vida. Por eso hablo mucho del duelo migratorio: por el hecho de dejar parte de tu vida y tomar la decisión de salir de tu país. Vivir un sueño y construir un futuro lejos de tu familia, de tus hijos, duele cuando extrañas a tu gente, a tus raíces.
Extrañas todo. Poco a poco te vas acostumbrando a una nueva vida, a un país. Vas tejiendo esas redes con tu misma comunidad, con tu gente. Fue tan bello y hermoso en esos años, y lo sigue siendo ahora, con la diferencia de que hoy hay más comunicación y más tecnología.
Era tan feliz cuando tenía que llamar a mi familia y citar con día y hora para que estuvieran esperando la llamada, o cuando me llegaban cartas. ¡Qué felicidad cuando llegaban!
También participé en un programa de radio que tenía un enlace con una emisora en Nicaragua, y avisaba a mi familia qué día íbamos a estar al aire para que nos escucharan. Había otro programa en el que enviamos saludos: era nuestro medio de comunicarnos con la familia.
Eso hacía más difícil trabajar el duelo que traía. Hoy en día, la tecnología ayuda un poco a sobrellevar estos procesos. Pasarán muchos años, más de mil años, pero esa experiencia no se olvida: queda grabada en tu mente y en tu corazón.