Por Lidia Peña
En la furiosa Centroamérica, en Costa Rica, las feministas nicaragüenses y costarricenses, seguimos encontrándonos desde los bordes, las grietas y los tejidos comunitarios. Nos juntamos con esperanza, lágrimas y risas para seguir construyendo sociedades justas y nuevas posibilidades de un mundo libre de todo tipo de violencias.
Mujeres en toda su diversidad, mujeres cis y trans, lesbianas, bisexuales, pansexuales, asexuales, migrantas, exiliadas, indígenas, afrodescendientes, campesinas y de zonas rurales— exigimos justicia para las víctimas y sus familiares. Demandamos que el Estado de Costa Rica no sea cómplice y que reconozca la emergencia nacional contra las mujeres, en uno de los años que registra un preocupante incremento de violencia. Exigimos políticas públicas efectivas para la prevención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres.
El movimiento de mujeres y feministas de esta parte del mundo también nos unimos al grito de solidaridad con Palestina. Nos duele profundamente el circo mediático y político que, sin voluntad ni valentía, permite la continuidad de este crimen contra toda la humanidad.
No podemos callar ni mirar hacia otro lado: somos testigas de un genocidio transmitido en vivo a través de las redes sociales. Ahora más que nunca, debemos honrar la vida y hacer de nuestra lucha una política de lo cotidiano, una práctica que ponga en el centro el cuidado de la vida y de los afectos.
Organización feminista y de mujeres contra la Violencia de Género
Colectivas feministas y diversas organizaciones de mujeres nos articulamos desde la solidaridad centroamericana y caribeña. Este año, el Observatorio de Violencias de Género contra las mujeres y el acceso a la justicia, menciona que en Costa Rica, ocurren en promedio dos femicidios al mes; y a inicios del mes de noviembre se registraron treinta y tres feminicidios.
Mujeres nacionales y migrantas, con sueños y familias, fueron arrebatadas por la violencia patriarcal en manos de hombres femicidas. Reflejo que el año 2025 se vive como uno de los años más mortíferos y peligrosos para la vida de las mujeres por cuestiones de género.
No podemos normalizar las violencias contra las mujeres en ningún espacio, ni en la casa, el trabajo o las calles. Para Aleida, mujer refugiada y emprendedora nicaraguense, “se necesitan espacios de escucha comunitarios, para empezar hablar y terminar con la violencia contra las mujeres, porque a nosotras nos quieren arrebatar la voz. Necesitamos espacios de justicia para las mujeres que han sufrido violencia y para las mujeres que han muerto y sus casos han sido guardados, justicia para ellas y sus familias”, como una de las principales acciones para erradicar las formas de violencia de género.
La violencia de género contra las mujeres se ha convertido en una de las principales violaciones de derechos humanos más generalizadas y que repercute en todo el tejido comunitario. A través de la cultura se normaliza, la política estatal la ignora y la sociedad sufre los dolores y las consecuencias. La violencia de género no es un problema de las mujeres, es el resultado de un conjunto de políticas que discriminan y fomentan la cultura de la violencia por razones de género y diversidad sexual. Es un asunto social que impacta y afecta a toda la población.
El actual contexto sociopolítico del país y el incremento significativo de los discursos de odio, profundiza las expresiones de violencia machista y patriarcal, poniendo en riesgo la vida de todas las mujeres y de las personas de la diversidad sexual que habitan o transitan el territorio nacional.
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Asimismo, el año 2025 evidencia un aumento en los niveles de violencia contra mujeres en la política, así como contra activistas, defensoras de derechos humanos y lideresas comunitarias. El Informe sobre Discursos de Odio y Discriminación señala un aumento del 344,65 % en comparación con el año anterior. En su mayoría, estos discurso estan dirigidos contra las mujeres y las personas de la diversidad sexual y de género.
Los temas que más generan este tipo de reacciones son los vinculados con la política, el género y la xenofobia, donde se registra narrativas más frecuentes de discriminación, especialmente hacia mujeres migrantes y refugiadas.
¿Qué posicionamos la organización de mujeres y feministas desde la esperanza para el 25N?
En el marco del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las mujeres; activistas feministas, mujeres organizadas, amigas y diversas colectividades, nos juntamos para organizar la rabia y cuidar la vida. Este 25N queremos caminar sin miedos, regresar vivas a casa y celebrar la vida con nuestras amigas y amigues.
La cantautora nicaragüense Ceshia Ubau, este 25N pide al Estado costarricense “congruencia, que pueda priorizar la vida de las mujeres costarricenses, nicaragüenses, colombianas, venezolanas, de todas las mujeres que vivimos en este país y que aportamos a la economía y a la dinámica socioeconómica porque merecemos una vida libre de violencias, y que sea una prioridad para el estado, la erradicación de los feminicidios.
Por su parte, la activista transfeminista “La Dámaso”, posiciona que para este 25N, “ el Estado reconozca los aportes y la capacidad que que ha generado el movimiento feminista y el movimiento de mujeres en general para poder acceder a la justicia y que los espacios organizados dejen de estar plagados de violencias contra las mujeres trans particularmente, que el movimiento deje esas prácticas colonialistas que intentan borrar la existencia de ciertos cuerpos en el mundo”.
Yorlin, emprendedora y comunicadora parte de la Red de Mujeres Pinoleras (REMUPI), desea para este 25N, “que las mujeres podamos caminar en las calles tranquilas, libres, sin temor a ser asesinadas o secuestradas. Poder caminar con nuestros hijos e hijas, sin miedo, no vivir todo el tiempo en modo de alerta. Tener la seguridad de subirme a un uber y llegar bien. Disfrutar de nuestras familias y de una caminata tranquila, que mi pareja también asuma el cuidado de nuestros hijos para tener mis espacios, mi voz y acceder a trabajos dignos”.
Este 25N, honramos la fuerza colectiva que nos permite encontrarnos y sostenernos en medio de tantas agresiones y violencias que afectan nuestras vidas y las de nuestras amigas y amigues. Nos organizamos porque NO queremos más presas políticas, niñas y mujeres desaparecidas. No queremos más dictaduras ni gobiernos autoritarios. Tampoco queremos más políticas xenófobas que criminalizan a las personas migrantes y refugiadas, porque migrar también es un derecho humano.
Y desde la esperanza como fuerza colectiva seguimos sembrando dignas resistencias.