Por Yorlin Jackeline Sánchez López
Vine a Costa Rica el 5 de octubre del 2018 con mi hijo Sebastián, que tenía 5 años. Cruzamos la frontera por Los Chiles, exactamente por Los Naranjales, en plena lluvia de octubre y con mucho lodo. Todos conocen ese camino de decisiones duras que han tomado tantas personas nicaragüenses en medio de los problemas sociopolíticos que sufría Nicaragua. Afectada directamente, decidí viajar a Costa Rica.
Llegué a Salitral de Santa Ana, donde gracias a Dios una prima me ayudó y me dio posada. Me establecí un tiempo mientras buscaba trabajo y, a los pocos días, encontré empleo en un minisúper de Salitral como cajera.
Ahí me enseñaron a manejar la caja y trabajé hasta septiembre del 2019. Gracias a Dios me fue bien: encontré personas muy lindas que me brindaron su amistad y mucho apoyo emocional. Costa Rica es un país maravilloso cuando estás rodeada de gente así. También conocí a mi pareja actuaL.
Ese mismo año tuve que irme de Salitral porque mi hijo no pudo estudiar: no había cupos en la escuela. Me mudé a La Carpio. Todo fue difícil. Quedé embarazada de mi hija y fueron tiempos muy duros para mí: no tener trabajo, no tener cómo alimentar a mi hijo ni un lugar cómodo para nosotros. Pero encontré una mujer, una amiga, que me brindó su ayuda y su apoyo. Gracias por todo; siempre estaré eternamente agradecida.
Llevaba a mi hijo a estudiar arte y música al SIFAIS, en La Carpio. Por falta de información y por tener una red de apoyo muy pequeña, no solicité refugio: tenía miedo. En el 2020 nos fuimos a vivir a San Rafael de Alajuela. Nació mi hija y llegó el COVID-19. En medio de la desesperanza por no tener cómo mantenernos ni pagar el apartamento, en septiembre del 2020 decidí emprender con cajetas nicaragüenses.
No sabía hacerlas, pero aprendí viendo videos en YouTube. Las hacíamos con mi pareja y las llevábamos a vender a La Carpio, donde fue nuestro primer nicho de ventas: la comunidad nicaragüense. Fue un éxito. Las cajetas eran el boom de la temporada.
Abrí mi página Delicias Caseras Yulia en Facebook. Siempre me ha gustado el marketing digital, y todo empezó ahí: publicaba en todos los grupos de Facebook mis ventas. En noviembre me contactó una de las mujeres de la red por medio de esas publicaciones y me habló de la Feria Pinolera y llegué a la red por medio de mis cajetas.
Aprendí mucho de las chavalas: me dieron información importante, dejé el miedo y decidí solicitar refugio. Muchas personas no lo hacen por miedo y viven en inseguridad. Vivir esa experiencia y tener hoy una red de apoyo ha sido muy importante para mí. Llegar a un país donde no sabés quién sos ahora ni qué pasará contigo no es fácil. Extrañaba a mis amigos y a mi mamá, pero lo he logrado gracias a la red y a sus alianzas con otras organizaciones.
Gracias a ACNUR pude tener una red de cuido para mis niños; con el IMAS también. He logrado estudiar cursos con Fundación Mujer, mejorar mi emprendimiento con FLACSO y, hoy, soy parte de la coordinación de la Red de Mujeres Pinoleras.
Hace un mes estudio un técnico en cocina con RIDHE, una de las organizaciones que ha brindado becas a mujeres nicaragüenses en el exilio. Doy gracias por todos los logros alcanzados. Yo quiero darle seguridad a mis hijos.
Hoy en día tengo tres niños, pero aún hay muchas trabas. No soy refugiada: tengo un año esperando una resolución que todavía no llega. Escribo correos, voy a preguntar directamente a Migración y lo que me dicen es que el caso sigue en archivo. Eso me pone triste. Quisiera tener mi propio local, poder acceder a un financiamiento, pero sin un documento legal no puedo. Mi pasaporte nicaragüense también vence el próximo año, y me siento cada vez más limitada por esa situación.
Aun así, he pasado muchas cosas bonitas, otras no tanto, pero seguimos. Sigo limitada, sí, pero también con muchas ganas de salir adelante.
Sobre la autora:
Yorlin Jackeline Sánchez López, defensora de derechos humanos y feminista, madre, emprendedora gastronómica de Delicias Caseras Yulia y parte de la Red de Mujeres Pinoleras (REMUPI).