Por Elvira Cuadra Lira
Esto no lo decidí yo. No me considero migrante. Soy exiliada. El camino recorrido ya lleva varios años y muchos aprendizajes que han sido significativos, por decir lo menos. La mayoría me han llegado de la mano de mujeres que la han extendido sin conocerme y sin esperar nada. Por eso, lo primero es agradecer. Aunque decir ¡Gracias! es poco para todo lo recibido. Mucho he aprendido, pero de entre todos esos aprendizajes significativos de los que he sido beneficiaria, me gustaría mencionar al menos cinco.
Cuando no pude regresar a Nicaragua en 2018 varias mujeres estuvieron cerca y me ofrecieron su generosidad sin condiciones. Generosidad que fue clave para encontrar un lugar donde vivir, para facilitar la información que necesitaba y hacer los trámites más importantes y no sólo eso, además acompañarme en todas las vueltas para sentir que no estaba sola.
Esa generosidad la he visto multiplicada y sostenida en el tiempo por mujeres que tienden la mano a otras sin pedir nada a cambio, que comparten lo poco que tienen y hacen hasta lo imposible para ayudar a resolver las situaciones difíciles de otras y otros en el exilio no importa si los conocen, o no.
En numerosas ocasiones, conversando con otras mujeres, en grupos o en pláticas de dos, un gesto de atención ha significado tanto que no hacía falta más que eso. Así, la escucha asertiva es otro aprendizaje significativo. Muchas veces se agradece el tiempo dedicado y un oído receptivo para simplemente escuchar, puede no expresemos el sentimiento más hondo, aunque esos también.
La escucha asertiva es un concepto, una abstracción que intenta explicar una actitud, un gesto de cariño, de confianza, de empatía, de acompañamiento. No basta que nos escuchen o nos escuchemos, sino cómo nos escuchan, cómo nos escuchamos. Aunque suene redundante. Saber que ese gesto, que parece simple, nos arropa y reconforta.
Este camino recorrido me ha permitido encontrar mujeres fuertes, resilientes. No porque no lloran, sino porque a pesar de sus lágrimas vuelven a ponerse de pie para seguir. Y no sólo eso, nos animan a las demás. La verdad, difícilmente tendría la capacidad de tolerancia, empatía, valentía y resistencia que tienen muchas de ellas.
Recuerdo bien en ocasiones distintas a dos mujeres exiliadas; una comentaba que cuando se deprimían en su familia, llegaban a llorar en su hombro porque la miraban como el pilar y sostén emocional; otra contó que, ante la inminencia del riesgo, salió de su casa sin llevarse nada, pero antes se volvió para agradecer el espacio de refugio y el hogar que fue. Cómo no reconocer la fuerza, ingenio y resiliencia de las mujeres defensoras que están dentro de Nicaragua; el primer reencuentro con mis amigas prisioneras políticas, las conversaciones con las mujeres familiares de personas asesinadas y su búsqueda de justicia.
Si hay algo que las mujeres sabemos hacer es lanzar salvavidas a otras mujeres en el momento justo. Montones de veces, de formas ingeniosas e inesperadas, valientes, arriesgadas. A mí me han llegado innumerables salvavidas en estos años, algunos invaluables, aunque quien lo lanzó pensaba que era algo simple o pequeño.
La frase que resume bien el significado de esos gestos, la escuché hace un tiempo cuando hacía un estudio sobre las estrategias de resistencia de mujeres migrantes y exiliadas:
No dejar atrás a ninguna. La frase se repite constantemente en mi memoria y en la retina como una imagen en la que una mujer le extiende la mano a otra para jalarla, para que no se quede atrás, para que recupere el paso, para caminar juntas. Y así, una larga hilera de mujeres…
Las mujeres luz, la alegría por la vida, la terca esperanza. Tal vez ese es el aprendizaje más importante de estos tiempos. ¡Cuánta fuerza y resistencia para seguir sonriendo! De encontrar todos los días un motivo para vivir; de reconocer y transmitir la alegría con pequeñas cosas, con gestos cotidianos, con un abrazo, con una mirada; de insistir en que hay futuro, que es posible cambiar las cosas, que podemos y que lo estamos haciendo. No hay oscuridad que resista la luz de pequeñas luciérnagas que brillan solas, que nos invitan a acompañar e iluminar juntas.
La sororidad es la columna vertebral, el hilo conductor que atraviesa toda esta experiencia. De eso se ha tratado todo el tiempo. Acuerpar, abrazar, apoyar, empoderar. Ver atrás, reconocer, honrar, agradecer por lo recibido.
Elvira Cuadra Lira
Socióloga nicaragüense con más de 30 años de experiencia en investigación social en Nicaragua y Centroamérica. Exiliada en Costa Rica desde 2018; despojada de su nacionalidad en 2023. Su trabajo ha estado vinculado con medios de comunicación independientes, movimientos sociales y organizaciones de sociedad civil; promueve la libertad de expresión, los derechos de las mujeres y la posibilidad de la gente para el cambio social.